Muy buenas a todos. Soy Rulhistorier de nuevo y voy a comentar en esta entrada un clásico del cine: 55 Días en Pekín, película de los años 60, dirigida por Nicholas Ray, rodada en Madrid, capital de España, y con un reparto de lujo con actores de la talla de Charlton Heston o Ava Gardner, entre otros. Esta película versa sobre los 55 días que el personal de las embajadas occidentales y varias personas, la mayoría también occidentales, estuvieron retenidos por los rebeldes chinos y por las tropas imperiales en lo que se conoce como la Rebelión o Levantamiento de los Bóxers, acontecida en China, entre los años 1898 y 1901.
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| Caricatura del periódico francés Le Petit Journal, China: el pastel de los reyes y los emperadores, Henri Meyer, 16 de enero de 1898 (fichero de Wikipedia). En la introducción se nos sitúa. La acción transcurre en Pekín, la capital de China, desde que, Kublai Kan, el nieto del conquistador mongol Gengis Kan, al que vemos en la serie Marco Polo, la estableciese como capital de su imperio en 1271, el cual era una escisión del Imperio Mongol de su abuelo, y abarcaba las actuales Mongolia, China excepto Sinkiang, Corea del Norte y Corea del Sur. Salvo en el periodo entre 1368 y 1421, en el que, en la dinastía Ming, de origen chino, la de los jarrones fue Nankín. La película se sitúa en el verano del año 1900, el último año del siglo XX. Las lluvias han cesado, lo que ha provocado la pérdida de las cosechas y la sequía de los grandes ríos de China, el río Amarillo (Huang Ho), el río Azul (Yangtze) y el río de las Perlas. Pero en el año 1900, China ya no era un país cerrado al exterior. Desde el siglo XVII gobernaban en ella los manchúes, un pueblo de origen no chino, tungús (Janhunen, 2020), el cual fundó la dinastía Qing (en chino, puro), adoptó la cultura china todo lo que pudo, y en el reinado del emperador Qianlong, en la segunda mitad del siglo XVIII, extendió el territorio de China por fuera de la gran muralla, anexionando a China regiones periféricas como Sinkiang, Mongolia y el Tíbet, además de la propia tierra de los manchúes, Manchuria (actualmente, el nordeste de China), que se incorporó al tomar el poder (Álvarez, 2021). Esta apertura se produjo a causa de unas guerras comerciales que el imperio chino tuvo con los imperios británico y francés, conocidas como Guerras del Opio (1839-1842/1856-1860). Las consecuencias de estas dos guerras, que China perdió por tener un ejército más atrasado y por la corrupción de algunos funcionarios, fueron la vuelta a la legalización del consumo y el comercio de Opio en China, por lo que mucha gente seguía siendo adicta; la concesión de puertos a potencias extranjeras (Hong Kong...), la apertura de China al exterior de una vez y la presencia de extranjeros en territorio chino. Esto provocó que un muchacho influenciado por el protestantismo, traído por los misioneros británicos, encabezase entre 1851 y 1864 una rebelión contra el gobierno imperial manchú, ya que la mayoría de la población de China era y es de etnia Han, no manchú, por lo que, para este muchacho y para muchos otros chinos, los emperadores eran extranjeros. Esta rebelión fue la de Taiping; fue muy sangrienta, con millones de muertos, pero fue aplastada (Wood, 2018; Alonso, 2022; Carvajal, 2018; Cantón, 2019). A los problemas naturales y a estos políticos, se suma que a partir de dichos sucesos, las potencias occidentales y Japón, las cuales no podían conquistar China, como sí habían hecho con otras zonas de Asia, porque era muy grande, pero sí que tenían interés, en al menos, mantenerla como un país independiente, sólo que débil y funcional, —con funcional quiero decir sumiso a sus intereses, que los emperadores de China se prestasen a sus intereses— (de ahí la caricatura de arriba, hecha en estos años, que muestra a los mandatarios de esos países repartiéndose China, ese pastel o pizza, ante un funcionario o emperador de China impotente). Precisamente, por hacerse con el control de los recursos de Manchuria y de la vasalla de China: Corea, Japón, que se había industrializado y modernizado desde 1868, tuvo su primera guerra contra China de 1894 a 1895. Esta Primera Guerra Sino-Japonesa se saldó con el Tratado de Shimonoseki ese último año, el cual estipulaba la anexión de los territorios chinos insulares de las Islas Pescadores y Formosa (actual Taiwán) a Japón. Además, Corea, que en aquel entonces era un sólo país, conservaba su soberanía, pero pasaba de la órbita china a la nipona. Es aquí en el principio de la película que vemos a todas las embajadas en el territorio chino y en concreto de Pekín: la rusa, la estadounidense, la francesa, la japonesa, la alemana, la española, la británica y la italiana. En la embajada alemana la bandera que aparece sí era la bandera de Alemania en aquel momento, pero el himno, no. Esa canción era una canción popular, pero todavía no era el himno nacional. El himno nacional alemán en aquel momento era el mismo que el de Gran Bretaña (God Save the King/Queen), pero con una letra en alemán lógicamente, y que alababa al káiser, ya que el entonces emperador o káiser de Alemania, Guillermo II, era nieto de la reina Victoria I del Imperio Británico. Por tanto, un fallo. Como se dice ahí, la ciudad prohibida se encontraba junto al barrio de los extranjeros. Ambos estaban prohibidos para los chinos. Los únicos chinos que podían entrar en la ciudad prohibida eran los eunucos y funcionarios que rodeaban a la familia imperial y estaban a su servicio. Aquí se dice que vivía la emperatriz. La Ciudad Prohibida no era una ciudad en sí misma, sino un complejo palaciego que construyó el emperador chino Yongle, de la dinastía Ming, a partir de 1406, para que los emperadores residieran en él. La emperatriz que aparece, aunque no sale el nombre, alude a la emperatriz viuda Ci-Xi, quien gobernaba en la sombra porque las mujeres no podían reinar en China según las leyes chinas y manchúes. A los que se llamaba mandarines eran los funcionarios. Se menciona a unos tales "Boxers" (boxeadores en inglés), pero ¿Quiénes eran? Y ¿Por qué la estaban liando? Resultado de toda la situación descrita, surgieron grupos que, en la clandestinidad, estaban en contra tanto de la dinastía manchú — por lo que se ha dicho antes, que era de origen no chino (Casals, 2025; Janhunen, 2020) y habían según la gente, traído problemas a China al doblegarse a los deseos de los occidentales y los japoneses— como de los mismos japoneses y occidentales, asentados por los tratados en territorio chino. Estos guerrilleros anticolonialistas, en un principio, como eran xenófobos, es decir, rechazaban todo lo no chino, eran antimanchúes también, pero con el paso de las semanas, la familia imperial los apoyó y se pusieron de su parte. Reformularon su discurso y dijeron que todas las etnias de China, manchúes incluidos, constituían la identidad china. Esto, después, tanto la corriente antimanchú como la inclusiva o multiétnica serán dos pilares del nacionalismo chino, sobre todo la última. Se debe entender que China en aquel momento era un país rural. Por lo que, como decía el difunto antropólogo Ernest Gellner en su libro Naciones y Nacionalismo (2001), el impulso nacionalista no puede arrancar en un medio rural porque el nacionalismo emana de un medio que precisa industrialización y alfabetización. La Rebelión de los Bóxers no dejó de ser la rebelión de unas élites, puesto que China era todavía, en ese momento, un país con una débil cohesión nacional. El concepto de nación no existía en la mente de los chinos y no lo haría hasta unos veinte años después, cuando Sun Yat-Sen, el padre de la China moderna, hizo referencia a él en sus discursos en 1924 (Sanmartín, 2020). Por tanto, habrá que esperar hasta ese momento con él y en las décadas siguientes con Chiang Kai-shek, su sucesor en el Partido Nacionalista Chino, para que esa falta de conciencia nacional entre los chinos empiece a cambiar. En esa escena se dice que estos bóxers queman las misiones cristianas y asesinan a los extranjeros. ¿Por qué? ¿Cómo surgió esta insurrección? Como se ha dicho al principio de la película, las lluvias han cesado y los frutos de las cosechas se han perdido. Los chinos seguían teniendo como religiones las suyas, como el taoísmo y el budismo traído de la India. Un año antes, en 1899, unos misioneros cristianos occidentales reclamaron que un templo budista o taoísta había sido una iglesia y querían reconvertirlo en una iglesia. Esto resultó ofensivo para los fieles chinos a las religiones tradicionales y se lo tomaron como una invasión más de los occidentales a su identidad, como una humillación más (Nieto, Ojeda, 2015). Esto, sumado al descontento que había entre toda la población china, la cual ya se componía de unos cuantos millones de personas, por todo lo comentado, hizo que muchos chinos empezasen a ver la injerencia extranjera en la política y en la economía del país como una pérdida de soberanía y al Cristianismo como algo malo que traía muerte y caos, y esto no lo permitiría un pueblo tan orgulloso de su civilización y de su cultura que se denominaba, y se denomina, a sí mismo Zhongguó (el nombre de China en chino, que quiere decir el Reino del Centro), es decir, que se creía el centro del mundo. Esto se ve en el diario de Liu Dapeng, un hombre corriente, leal al emperador, seguidor de la moralidad confuciana, maestro y director de una mina:
Diario de Liu Dapeng (Michael Wood, Historia de China, parte 6 Revoluciones y República, 2018) Además, los misioneros occidentales quisieron consolidar una ley de los emperadores manchúes que prohibió el vendaje y la rotura de los pies a las niñas chinas de etnia Han, una tradición que se llevaba haciendo desde la dinastía Song (960-1279). El fin de esto era que daba a las mujeres un caminar grácil y sensual y que controlaba sus movimientos, se hacía desde la infancia con el objetivo de que la niña tuviera un buen matrimonio de adulta. Esta prohibición, muchos chinos la veían bien, pero otros muchos, hombres y, en menor medida, también mujeres, por estar arraigada la costumbre del vendaje y rotura de los pies, la veían como otra imposición cultural más de los occidentales (por eso Theresa, la niña, no tiene los pies vendados, porque ya se empezó a abolir esta práctica debido a la influencia occidental). Iba a empezar el siglo XX y los chinos tienen una creencia milenarista que dice que cada cambio de milenio o de siglo pasa algún acontecimiento, bueno o malo (Murillo, Cortés, Caparrós, 2025); esto es lo que se llama milenarismo. ¿Recordáis a Fernando Arrabal todo colocado diciendo en aquel programa: "¡El Milenarismo ha llegado!, ¡Milenarismo de Milena, la mujer de Kafka!"? Pues no, el milenarismo no es por la pareja de Franz Kafka; es por esto. En otras palabras, para muchos chinos su propio país estaba sufriendo lo que ellos llaman de manera explícita: “la muerte de los mil cortes”, el cual era uno de sus peores métodos de tortura. A raíz de esto, por el conflicto entre los misioneros occidentales y los fieles chinos taoístas o budistas, la gente se rebeló contra los primeros y contra los chinos que se convertían al cristianismo, ya que, según ellos, se contaminaban asimilando costumbres de los "bárbaros" occidentales. Algunos chinos pensaron, como seguían creyendo en sus religiones tradicionales, que la pobreza que había traído la escasez de lluvias y el malogro de las cosechas eran culpa de los occidentales que habían enfadado a los dioses y profetas de los chinos (Siddhartha Gautama y Hotei, los budas, y Lao Tsé, el fundador del taoísmo) (Nieto, Ojeda, 2015). Por todo esto, uno de los movimientos que surgió en China contra la presencia extranjera y la preservación de sus tradiciones fue el llamado "de los Puños de Justicia y Armonía", ya que sus radicales miembros practicaban artes marciales, lo que conocemos como Wushu o Kung Fu, razón por la que los británicos los apodaron los "boxers", en inglés, los boxeadores. Como he dicho, al principio los bóxers se oponían también al gobierno manchú porque los manchúes no eran de origen chino, por lo que pensaban que la primera intervención extranjera en la política y la economía de su país eran los propios emperadores y no de procedencia occidental, además, estos, los Qing, se habían doblegado ante las exigencias occidentales en los tratados, por lo que en parte, los consideraban culpables de la mala situación de China. Pero luego, la emperatriz Ci-Xi vio a los bóxers como un instrumento para asegurar su permanencia en el poder, y tras un primer enfrentamiento, en el que las tropas imperiales los derrotaron, a partir de ahí, los Qing estuvieron de acuerdo con ellos (Sadurní, 2019; Pérez, 2019). Los bóxers tenían como objetivo matar a los occidentales o expulsarlos de China y matar a todos aquellos chinos que se hubieran convertido al cristianismo. Lo que en un principio eran rebeliones y protestas, más tarde degeneraron en agresiones físicas contra personas y bienes extranjeros y asesinatos contra cargos occidentales importantes y chinos cristianos. En China había una rama del cristianismo que era los cristianos nestorianos. Todas estas malas acciones contaban con el beneplácito de la emperatriz Ci-Xi por este acuerdo (Pérez, 2019). Incluso esta instigó a apoyar los ataques por parte de los gobernadores provinciales en sus respectivos dominios (Pérez, 2019). Había división en la corte Qing. Algunos cortesanos estaban a favor de aplicar reformas que modernizaran China, aprendiendo de los occidentales, tal y como había empezado a hacer Japón unos años antes, y, por tanto, los apoyaban; y otros eran más conservadores y apoyaban a los bóxers. Esto se ve en la película. La emperatriz Ci-Xi jugó a dos barajas; un año antes era progresista e intentó una reforma, conocida como la de los 100 días, pero la oposición conservadora tumbó dicha reforma. Como vio que no era posible y que los bóxers podían ser una opción para librarse de las ingerencias occidentales, volvió al conservadurismo (Casals, 2025; Murillo, Caparrós, Cortés, 2025). Para el verano de 1900 los bóxers ya habían cortado líneas de telégrafo, destruido en parte o totalmente vías de ferrocarril, asesinado a 231 europeos y a miles de chinos cristianos. En mayo de 1900, los bóxers entraron en la capital, Beijing —para los occidentales, Pekín—. Ante esto, los países occidentales con embajadas en China enviaron un contingente de 2100 soldados allí para proteger la línea de ferrocarril que unía Pekín con la cosmopolita Tianjin. En Tianjin había ya gente de todas partes, no sólo chinos; esto se ve en la película El último emperador (Bertolucci, 1987) cuando lo expulsan de la Ciudad Prohibida y se va a vivir a Tianjin; en la escena de la fiesta hay japoneses, americanos, etcétera. Volviendo a 55 días en Pekín, se nombra a un príncipe abiertamente antioccidental como ministro de asuntos exteriores. Esto demuestra dicho apoyo de la corte imperial al movimiento bóxer. En la película, el tal príncipe se llama Tuan, que no sé si realmente se llamaba así, pero no importa. Tras esto, la emperatriz ordenó la detención y expulsión de este contingente militar de Pekín bajo amenaza de muerte. La violencia aumentó y, sumado a dicho apoyo de la familia imperial a los bóxers, la rebelión adquirió tintes de sublevación general de todo el país. Los extranjeros buscaron refugio en zonas diplomáticas. Por esto, los países occidentales presentes en China: los imperios alemán, japonés, ruso, austrohúngaro, británico, francés, Italia y Estados Unidos decidieron enviar un ejército conjunto para defender a sus compatriotas. El 20 de junio los bóxers asesinaron al embajador alemán, que en la película es el barón von Meck, pero que en realidad se llamaba Klemens von Ketteler (Nieto, Ojeda, 2015; Sadurní, 2019; Pérez, 2019; Wikipedia, 2025). Al día siguiente, la emperatriz declaró la guerra a los países ocupantes. El sitio de Pekín por las tropas chinas duró 55 días hasta que el 14 de agosto, una fuerza internacional llegó a la ciudad y derrotó a los bóxers y a sus aliados del ejército imperial. La emperatriz, al contrario de cómo se ve en la película, no se quedó; se vio forzada a huir y esta coalición internacional que vemos al terminar la película ejerció una represión brutal contra los principales líderes de la revuelta. Revuelta que finalizó con la firma entre el imperio chino Qing y las potencias extranjeras del conocido como Protocolo Bóxer o de 1901, en el que China tuvo que hacer frente a una indemnización de aproximadamente 333 millones de dólares estadounidenses (unos 286,38 millones de euros y 450 millones de taeles de plata, -la unidad de peso del imperio chino Qing-, lo que era más del 60% de su presupuesto anual), otros, dicen unos 60 millones de dólares estadounidenses actuales (Wood, 2018), el mantenimiento en Pekín de un ejército aliado, el desmantelamiento de las fortificaciones chinas (Pérez, 2019) y la autoadministración por los occidentales del barrio de las delegaciones extranjeras, al que los chinos siguieron sin poder entrar (Wood, 2018). Vemos que Theresa, la niña chinoestadounidense, finalmente, al quedar huérfana con la muerte de su padre de un disparo, es adoptada por el mayor Matt Lewis (Charlton Heston) y se va con él a Estados Unidos, en quien la película pone un ejemplo más de la numerosa comunidad de origen chino que fue al país en busca de empleo o simplemente, de un futuro mejor huyendo de la complicada situación interna de China. Comunidad que, a pesar del racismo inicial en esa época, con el tiempo acabará integrada en la cultura y sociedad estadounidenses. Este es un recurso del que solían tirar mucho en esa época en las producciones cuya trama enlazaba China con Estados Unidos en el siglo XIX o a principios del XX. Por ejemplo, en la serie Kung Fu, de una década después, de los años 70, el protagonista, David Carradine, encarnaba a Kwai Chang Caine, un muchacho, al igual que Theresa en la película, de padre estadounidense y de madre china. Al contrario de lo que pretendía, la rebelión bóxer fracasó y el Protocolo aumentó más la intervención extranjera en China, que quedó más sometida a los intereses extranjeros que antes. Como una vez más, la dinastía Qing se sometió a las demandas occidentales, la confianza del pueblo chino en ella minó aún más, y se empezaron a sentar muchos de los fundamentos ideológicos que terminarían germinando en la revolución china comunista de Zedong Mao, o Mao Zedong —ellos ponen el apellido primero—, que triunfó en 1949 (Pérez, 2019; Wood, 2018; Sadurní, 2019; Caparrós, Murillo, Cortés, 2025). Esto es algo que dice la propia emperatriz en la película, cuando en la última escena en la que sale, ella misma atisba el final de su dinastía. Las guerras del opio, la rebelión Taiping, la hambruna y pobreza del país y la rebelión de los bóxers fueron para la dinastía Qing, y por tanto, para el sistema imperial en China, el principio de su fin. REFERENCIAS: Alonso Naranjo, D. (2022, agosto 5). 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